Derechos de los pacientes psiquiátricos y atención psiquiátrica
Los derechos de los pacientes psiquiátricos a ser reconocidos como persona, implica una reestructuración no-solo de la Atención médica psiquiátrica, sino de todo un paradigma médico, biologicista, reduccionista. La defensa y protección eficaz de los Derechos Humanos de los pacientes, ciudadanos sujetos de Derechos, es la base fundamental para concebir, una organización de la atención medica psiquiátrica de nuevo tipo y una planificación de las políticas publicas en la materia, que aborde las soluciones a la problemática estructural.

Los principios de la igualdad, la no-discriminación, la no-exclusión, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, son principios básicos lesionados en el ejercicio de la atención de nuestros pacientes psiquiátricos, tanto por la familia, la sociedad en general, así como por médicos, personal para-médico, abogados, juristas, y otros agentes de justicia, etc.

Primer aspecto:

La Salud Integral, que lleva en si misma el concepto de Salud Mental, como un derecho social fundamental, es una manifestación del derecho a la vida en condiciones de dignidad, indispensable e interdependiente para el disfrute y goce del resto de los derechos sociales, económicos y culturales.

Uno de los objetivos de la Defensoría del Pueblo, es proteger el derecho a la salud y velar por que el estado garantice, promueva, y desarrolle políticas públicas en salud mental, que eleven la calidad de vida de los pacientes psiquiátricos, el bienestar colectivo de estos ciudadanos y el principio de accesibilidad de los mismos a los servicios dispensadores de atención médica psiquiátrica, de una asistencia integral y por supuesto, su inclusión en la dinámica social, que le permita trabajar, estudiar, en fin integrarse a la familia, a la comunidad y a la sociedad.

La Atención Psiquiátrica Hospitalaria, con una "visión manicomial", no puede lograr la resocialización e integración del individuo a la familia y a la comunidad. Por ello insistimos en reafirmar la necesidad de la estructuración de una Asistencia ambulatoria integral, integradora, interactiva, permanente. Ello podría fortalecer, realmente, la prevención, como la meta de la Medicina Psiquiátrica.

Segundo aspecto:

En materia legislativa debe promoverse la discusión de un instrumento de promoción, defensa y vigilancia de los Derechos Humanos de los Pacientes Psiquiátricos. El Anteproyecto de Ley, presentado ante la Comisión de Salud del extinto Congreso de la Republica, debe ser rescatado, modificado y ajustado al nuevo marco constitucional de la nación. Este instrumento legal llenaría el vacío existente en la legislación venezolana. La argumentación sobre porqué establecer una ley para los pacientes psiquiátricos es discriminatoria, se cae por su propio peso. En virtud, que no se habla de malos tratos, vejámenes en caso de otras enfermedades. Creemos firmemente que el paciente psiquiátrico es un débil jurídico y se le vulnera, continuamente, su condición de persona humana. Este instrumento legal, blindaría su igualdad de condición, garantizarían sus derechos y la promoción de un modelo de asistencia integral y participativo.

Tercer aspecto:

Vendría a ser el adiestramiento del médico especialista en materias como Derechos Humanos, Bioética, Derecho Médico y más allá aún, INTEGRAR UNA VISIÓN SOCIAL Y COMUNITARIA A LA FORMACIÓN MÉDICA DEL PSIQUIATRA.

El gremio médico, y especialmente los psiquiatras, como actores sociales co-responsables y como representantes del Estado en centros psiquiátricos, de atención de hospitalizados o de control ambulatorio, de asistencia publica y privada, deben manejar los conceptos de Derechos Humanos y la nueva legislación venezolana (CRBV, COPP, LOPNA, etc.) para promover la defensa y garantizar los DDHH.

En el preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (adoptada por la Conferencia Internacional de la Salud, celebrada en New York del 19 de junio al 22 de julio de 1946 y firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados), salud es definida como ".... la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades......"

Hoy día, 1500 millones de habitantes en el mundo, se consideran que padecen de algún tipo de desorden psiquiátrico, incluyendo desorden mental, trastorno de conducta y uso y abuso de sustancias tóxicas o dañinas. Un tercio de ellos pueden estar afectados por más de una. Tres cuartos de los afectados viven en países en vías de desarrollo.

Establecer un concepto de Salud Mental tiene implicaciones, no solo paradigmáticas y clínicas, sino inclusive jurídicas, laborales y sociales. Pues sobre el concepto y la experticia del especialista, puede salvaguardarse o vulnerarse a un individuo.

Localmente, en Venezuela, en Junio de 1993, el Psiquiatra José Luís Vethencuort estableció un concepto de "Salud Mental", a partir de la diferenciación del concepto de adaptación social, la felicidad y la calidad de vida y define: "La Salud Mental es la capacidad para sufrir y para gozar en estado de libertad interior, pero real en el adentro y en el afuera y en adecuada proporción al motivo de sufrimiento o de goce (...) se reducen en el fondo a la fuerza para enfrentar el sufrimiento real y la capacidad para el goce equilibrado".

Es evidente que la Salud Mental, es un concepto interdependiente a la Salud Integral, ya que el ser humano es una unidad indivisible, inserta en un mundo social que hace a la familia humana.

La definición de Derecho Humano, es todo aquello inherente a la persona humana y a la dignidad del ser. Lleva consigo un concepto de Salud Mental.

De las Memorias de la Conferencia Regional para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica, realizada en Caracas, entre el 11 y 14 de Noviembre de 1990, podemos extraer los Derechos básicos de los pacientes psiquiátricos:

  • Derecho del enfermo mental a ser tratado en todo momento con la solicitud, el respeto y la dignidad propias de su condición de persona.
  • Derecho a no ser calificado como enfermo mental ni ser objeto de diagnósticos o tratamientos en esa condición, por razones políticas, sociales, raciales, religiosas u otros motivos distintos o ajenos al estado de su salud mental.
  • Derecho a recibir la mejor atención y tratamiento apropiados y menos restrictivo, según las mas elevadas normas técnicas y éticas.
  • Derecho a ser informado sobre su diagnostico y el tratamiento mas adecuado y menos riesgoso, y de prestar y revocar su consentimiento para ejecutarlo.
  • Derecho a no ser objeto de pruebas clínicas experimentales sin su consentimiento informado.
  • Derecho a que sus antecedentes personales y fichas e historias clínicas se mantengan en reserva y a tener acceso a esa información.
  • Derecho a recibir o rechazar auxilio espiritual o religioso, de libertad de conciencia y religión.
  • Derecho a recibir educación y capacitación adecuada a su estado.
  • Derecho a trabajar y a recibir la remuneración correspondiente.
  • Derecho a la personalidad civil y a que su incapacidad para ejercer derechos sea determinada por un tribunal a través de un procedimiento establecido por la ley al efecto.
  • Derecho a que en caso de ser inculpado por algún delito u otra infracción criminal, su responsabilidad o imputabilidad se determinen por un tribunal de justicia, según las reglas del debido proceso, en un procedimiento que considere el estado de su salud, con la intervención de profesionales expertos en calidad de peritos.
  • Derecho a un recurso eficaz ante un tribunal y mediante un procedimiento simple y expedito fijado por la ley para reclamar de toda acción u omisión que desconozca o lesiones sus derechos.
  • Derecho a no ser discriminado ilegalmente en el goce y ejercicio de sus derechos, en atención al estado de su salud.

Instrumentos Básicos

Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948.
Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, 1966.
Declaración de Luxor, de los Derechos Humanos de los Pacientes Mentales, adoptada el 17 de Enero de 1989.
Declaración sobre implicancia éticas especificas en psiquiatría (Asamblea General de la Asociación Mundial de Psiquiatría, Hawai), 1977.
Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, 1999.
Código Orgánico Procesal Penal.
Ley orgánica de protección a la niñez y la adolescencia (LOPNA).1999.
Ley del Ejercicio de la Medicina, 1972.
Declaración de Caracas, 1990 ( Conferencia Regional para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Salud).
Decreto N° 3146, Gaceta Oficial N° 3512 de 06-1
Decreto N° 549, Gaceta Oficial N° 35647 de 06-02-95.
Reglamento para el funcionamiento de los establecimientos psiquiátricos de larga estancia de la División de Higiene Mental del MSAS. Fecha:
Proyecto de Ley de Protección y Atención a las personas con
trastornos mentales, 1997.


El Médico psiquiatra Como decisor terapéutico frente a los derechos del enfermo y sus familiares.



Antonio Horacio Bruno


















¿Existen en las circunstancias actuales del ejercicio de la práctica médica —en nuestro caso de la práctica psiquiátrica— situaciones problemáticas en la vinculación del psiquiatra con el enfermo y/o sus familiares?
¿Acaso tenemos los psiquiatras una clara conciencia y una adecuada formación con respecto a esa relación?
El psiquiatra, como decisor terapéutico, ¿está compenetrado del concepto —ahora en vigencia— del consentimiento informado?
Estos interrogantes y otros que permanentemente surgen en el decurso del ejercicio diario de la disciplina psiquiátrica, no tienen, en mi opinión, la correspondiente y válida respuesta.
Ello no resulta de la culpabilidad del médico psiquiatra, habida cuenta y así me consta de que está formado en el plano técnico-científico y también en su contexto humanístico, que conlleva la impronta de las virtudes ético-morales. Sin ellas, debo agregar axiomáticamente, el psiquiatra no se hallaría en condiciones para su quehacer específico.
Más aun, puedo decir sin temor a equivocarme, parafraseando a Schelling en su Sistema del idealismo trascendental, que ese proceso formativo del psiquiatra se desarrolla hacia un ideal cuya realización más que al individuo pertenece a la sociedad.
Entonces, si el psiquiatra es poseedor de todo ese bagaje de conocimiento científico, capacidad técnica y concepción ética del hombre mentalmente enfermo, podríamos preguntarnos el por qué de la falta de una adecuada respuesta a los interrogantes planteados.
Es que hay hechos y circunstancias en la vida del profesional médico, o mejor aun médico psiquiatra, que en el decurso del tiempo van surgiendo como elementos que intervienen como intrusos en ese decurso, como valores ajenos al propio contexto médico y su implicancia con la relación médico-enfermo.
Dice Jaspers: "El tratamiento del individuo enfermo como unidad cuerpo-alma lleva a constantes aporías, es decir a dificultades lógicas que presenta el problema... El enfermo es un ser humano y como tal tiene derecho a saber lo que le sucede a través de una comunicación franca... Pero como ser humano desmaya en su miedo que trastoca todo saber en su sentido y lo hace perjudicial en su afecto."
No debemos olvidar la posición especial del enfermo mental. Estos enfermos pueden quebrar todos los órdenes, entre otros, pueden resultar inquietantes (esto vaya como eufemismo de peligroso) para su entorno y entonces se debe hacer algo con ellos. Y he aquí el primero de los interrogantes que planteara al comienzo. ¿Es dable informar al enfermo que padece un cuadro psicopatológico? Creo que las posibilidades son dos: una, si dicho cuadro no reviste una gravedad tal, en el sentido de un profundo compromiso de la capacidad de comprensión, como lo sería un síndrome oligofrénico o uno demencial, entre otros por supuesto; en ese caso el psiquiatra, que debe ser el gran decisor, no podrá escapar a la realidad: tendrá que informar sobre su padecimiento y necesidad terapéutica. Y esto, como veremos luego, por imposición de un nuevo elemento que se incorpora a la problemática de la relación médico-enfermo: el "consentimiento informado".
La segunda posibilidad se plantea frente al enfermo con grave y profundas alteraciones psicopatológicas que lo tornan incapaz de comprender la realidad de su enfermedad y la necesidad terapéutica a realizar.
En estos casos, y esto en mi opinión es decisivo, cuando el enfermo cuenta con entorno un familiar, es al mismo a quien indiscutiblemente debe informarse de la situación y las consecuencias que de ella pueden surgir, así como todas las medidas terapéuticas, en las que incluyo desde ya la internación.
Considero que en este caso el consentimiento familiar tiene tanto valor como si fuera del enfermo: de no ser así se corre el riesgo de un planteamiento judicial.
Vemos pues que ya no es válida la simple pero elemental relación médico-enfermo basada en la comunicación del psiquiatra con el paciente.
Desde ya considero que tiene plena vigencia, porque facilita no sólo la compenetración, por esa relación casi diádica —como quiere Laín Entralgo—, entre ambos, que lleva a una mejor y sincera, diría, comprensión del hombre enfermo, sino que se han agregado —y tal vez continuarán sumándose— toda una serie de exigencias que marginan lo específicamente técnico y científico y trasciende a la concepción de los derechos personalísimos del paciente.
Es decir, el derecho del enfermo, aunque enfermo mental, a saber cuál es su problema de salud. Y cuando no es factible transmitírselo al enfermo por circunstancias patológicas obvias, son los familiares los receptores de tal problemática.
De ahí el segundo interrogante: ¿tenemos los psiquiatras clara conciencia de esa relación? Debo aclarar una vez más, y vaya esto para aquietar la ansiedad de los colegas, que este interrogante no pone en duda la formación técnica, el conocimiento científico o el contexto ético - moral del psiquiatra.
Aquí la dificultad, estimo, a la que va el interrogante está dada por lo que llamaría el choque o colisión de dos situaciones íntimamente vinculadas al que hacer médico y su relación con el enfermo y/o su familiar.
¿Cuáles son esas situaciones?
Una surge del propio status médico que lleva implícito el de su condición de decisor sobre si debe informar sobre el caso en estudio, respetando así el principio o modelo de la autonomía que considera los valores y creencias del paciente como la principal instancia moral de su responsabilidad.
La otra, la realidad práctica que puede enfrentar el profesional. ¿Por qué? Porque si de acuerdo con su conciencia estima según la decisión racional, vale decir el cálculo de las posibilidades de todas las opciones posibles, y ante un determinado hecho elige la opción más conveniente, y en tal sentido decide la no información, puede caer en la situación de un proceso judicial, ante la denuncia de un familiar por no cumplir con el recaudo del consentimiento informado.
No obstante, podría suceder que el fallo judicial lo favorezca y resulte exculpado de tal circunstancia. Y aquí cabe el aserto de esa situación práctica que señaláramos: ¿quién puede despojar al médico del trance, siempre traumatizante, del tránsito por ese proceso que puede llegar a durar años?
Lo expuesto se enlaza con el tercer interrogante que planteara, es decir, ¿el psiquiatra está compenetrado de ese concepto vigente del consentimiento informado?
En general dicho concepto se ha convertido tal vez en el más importante, pero también más complejo e incluso más confuso de la ética del médico.
Ello es consecuencia del derecho del paciente, y por extensión de sus familiares, para determinar qué tipo de procedimientos relacionados con la salud pueden ser realizados o no por el psiquiatra.
Es que hoy en día se están generando cambios importantes referidos a los derechos de los pacientes psiquiátricos, comparables al creciente impacto de la psicofarmacología efectiva y la influencia cada vez más grande de la psicoterapia sobre sectores bastante amplios de la población. Claro que no se puede decir que se haya producido un exitoso cambio sobre "derechos", toda vez que muchos, me atrevería a decir, la gran mayoría de nuestros grandes hospitales públicos para pacientes crónicos siguen siendo instituciones globales, en el sentido de que toman decisiones para los pacientes que están a su cargo sin dar trascendencia a los familiares, aunque en el papel por lo menos se han delineado los derechos generales de los pacientes.
Esto no debe interpretarse como una acusación ni mucho menos, sino como el producto o resabio de una clásica pero superada concepción respecto del enfermo mental.
En la actualidad "los abogados que representan a un demandado perjudicado", señalan Kaplan y Sadock, "añaden invariablemente a la reclamación de intervención negligente —práctica inapropiada—, una reclamación de consentimiento informado, como otra posible área de responsabilidad... Pero en el caso en que no hubiera habido consentimiento informado, el hecho de que el tratamiento haya sido bien realizado desde el punto de vista técnico y de que se haya conseguido una curación completa es irrelevante".
Sin embargo, en la práctica, a menos que se hayan producido consecuencias adversas, el demandante no irá muy lejos con el jurado en una acción basada sólo en una alegación de que el tratamiento se realizó sin consentimiento".
Vemos pues cómo los autores citados dejan entrever lo que planteamos con anterioridad, vale decir la colisión entre la decisión de informar al paciente y por extensión a los familiares y el aspecto práctico del problema en caso de que así no lo fuera.
Es cierto que llevada la situación a los estrados judiciales tal vez no prospere la acción de tal demanda. Pero he aquí la problemática expuesta en el aspecto psiquiátrico: el proceso judicial que implica esa demanda con todos los avatares del mismo en el lapso de su duración, ¿exime al médico de toda la carga de angustia, ansiedad y cuando no de desesperación según se sucedan las acciones?
Creo, estoy convencido que el médico —el psiquiatra en nuestro caso— posee también el derecho de su decisión. Pero no debemos olvidar que cualquier intervención no autorizada constituye una violencia, un ataque a la dignidad de la persona, una intromisión en su principio o modelo de autonomía, a la que pueden imponerse medidas punibles.
Tal vez, con un tanto de vergüenza ponemos en relieve que la mayoría de los cambios al establecer los derechos de los pacientes no fueron elaborados por los psiquiatras, sino por los defensores de derechos civiles dirigidos por abogados y que las decisiones más importantes son tomadas por jueces esclarecidos.
No dudamos que ha habido y hay grupos de psiquiatras preocupados.
Pero también están los psiquiatras que creen honestamente que en muchos casos el tratamiento compulsivo es más importante para un determinado paciente que su libertad. Los psiquiatras en general, optan por la informalidad médica antes que por la formalidad legal y por una acción terapéutica psiquiátrica flexible antes que por una supervisión burocrática y legal.
No obstante, no debemos olvidar que la corriente actual se mueve y orienta hacia la protección de la libertad de los pacientes y hacia crecientes restricciones legales de la amplitud del cuidado psiquiátrico.
Como colofón a todo lo expuesto cabe recalcar que podremos discutir y cambiar opiniones sobre los aspectos éticos del ejercicio de la especialidad psiquiátrica, pero estimo que no podemos hacerlo con los aspectos legales de los derechos generales de los pacientes y de los familiares, así como el derecho a ser tratado y el derecho a no serlo.



A. LOZANO
Gerente de Proines. Coordinador de FEAFES-Extremadura

El devenir de las personas con enfermedad mental ha sido un camino incierto, repleto de infortunio y de desdicha; desde tiempos remotos, la sociedad, ha tratado de apartar de la Comunidad a aquellos que por diferentes razones manifiestan conductas atípicas, a los que son diferentes; De este grupo de personas, quienes más han sufrido los efectos de tal exclusión han sido las personas con enfermedad mental.
La exclusión social de este colectivo llega a tener soporte legal, en nuestro País, en el año 1822 con la Ley de Beneficencia, que establecía que el hospital de locos estaría siempre separado del resto de los hospitales y que estos se situarían fuera de la ciudad en lugares alejados.
La estigmatización y el rechazo social ha perdurado hasta nuestros días, la sociedad en general sigue manteniendo su concepto erróneo de que el enfermo mental es alguien a quien hay que tener recluido, apartado de la sociedad y que las medidas de mejora para su tratamiento y recuperación tienen que pasar por la necesaria reclusión para el descanso y seguridad de todos, además, los poderes públicos, en muchas ocasiones, siguen manteniendo su criterio acerca del enfermo mental como alguien irrecuperable y como consecuencia alguien en quien no merece la pena invertir, otra razón por la que la patología mental es la peor tratada.
En Extremadura, por muchas y diferentes razones que seria largo de explicar, nos hemos quedado atrás en cuanto al resto de las Comunidades, quizás sea por eso que, con demasiada frecuencia la historia de nuestros pueblos se une, desafortunada e injustamente, a la imagen del enfermo mental, como prototipo de una sociedad anclada en el tiempo, donde el enfermo mental representa la incapacidad de la sociedad para acoger a los que son diferentes, a los que son el producto inevitable de los hechos de la vida y de la incapacidad para enfrentarse a ellos, (“los santos inocentes”, “el crimen de puerto hurraco”).
No obstante, a partir de los procesos de reforma psiquiátrica llevados acabo en distintos lugares de nuestro planeta y en España concretamente, desde 1985, a través de la Comisión Ministerial para la reforma siquiátrica y posteriormente con la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad que dedica el Capitulo 3 del Titulo Primero a la Salud Mental se abre un nuevo campo de atención a los enfermos mentales crónicos que deberá ser en el marco comunitario y obliga a las Comunidades Autónomas a tomar parte activa en su desinstitucionalizacion y su integración social creando los recursos necesarios para ello.

En los últimos años se han puesto en marcha una serie de Recursos en nuestra Comunidad para paliar estas carencias, siendo los Centros de rehabilitación psicosocial los más notorios, además de los recientes Pisos y el Centro Residencial de rehabilitación de Cáceres que se abrirá próximamente, sin embargo todavía mas de 1.000 personas con enfermedad mental siguen viviendo en los dos hospitales psiquiátricos que todavía existen en nuestra comunidad, prueba palpable de nuestra escasez de recursos y que dicha cadena de recursos esta incompleta. Sin olvidarnos de los que están recluidos en su propio domicilio, sin posibilidad alguna de integración, a falta de los recursos comunitarios de corte social, convirtiendo a las familias en cuidadores perpetuos y haciendo de cada casa un mini hospital (las estadísticas dicen que el 85% de los enfermos mentales viven con sus familias y no están integrados).
Tendremos que tener en cuenta también que la enfermedad mental crónica, es por encima de todo una enfermedad discapacitante, que coloca al individuo que la padece en desventaja en relación con los demás miembros de la sociedad, incluso en desventaja con otros grupos de discapacitados.
En Extremadura existen 8.859 personas discapacitadas por trastorno mental (datos C. Bienestar Social año 2.000), lo que representa el 11,4% de toda la población discapacitada de nuestra Región. De estas casi 9.000 personas, un tanto por ciento muy elevado tiene una calificación de mas del 65%, dándole la oportunidad de recibir una pensión no contributiva de 270Euros mensuales,(unas 45.000 pesetas), el resto ni siquiera eso, sin contar con todos aquellos que no han llegado a pasar el pertinente reconocimiento, que no sabemos cuantos son, pues en Extremadura no existe aun estudio que nos pueda decir con seguridad cuantos enfermos mentales hay
Por otro lado la tasa de desempleo general, en el grupo de personas discapacitadas por trastorno mental, alcanza el 85% del colectivo.
La Precariedad, además, no sólo es económica, sino de recursos y de alternativas, encaminadas a proveer a las personas con enfermedad mental de los suficientes recursos y el apoyo comunitario necesario, para favorecen su mantenimiento en la comunidad y fomentar su integración activa y normalizada en la misma.
Mientras que se ha progresado y trabajado arduamente en la eliminación de las barreras arquitectónicas que impiden la integración de los discapacitados físicos, no podemos decir lo mismo en cuanto a las barreras sociales que dificultan la integración de las personas discapacitadas por un trastorno mental.
Desde la promulgación de la Ley General de Sanidad, (Ley 14/1986), y su Capitulo tercero, de la Salud Mental, se han llevado a cabo intentos de mejora para abordar la atención, tomando como base el modelo Comunitario, sin embargo la reforma siquiátrica no ha llegado a Extremadura y el modelo comunitario no se ha implantado plenamente.

• De todo esto se deduce que es necesario poner en marcha y articular una serie de medidas que garanticen la integración y combatan la precariedad y la exclusión social de las personas afectadas por un trastorno mental, sin olvidarnos de las familias de los afectados, que sufren igualmente esta situación.



• La Constitución Española recomienda a los poderes públicos que promuevan las condiciones para que la igualdad entre todos los ciudadanos sea real y efectiva.

• La Plena Integración de las personas afectadas por una patología mental se ha de abordar desde el punto de vista de los derechos humanos, y no desde un punto de vista caritativo, es responsabilidad de toda la sociedad y en particular de los poderes públicos garantizar estos derechos, nuestra legislación y las medidas de acuerdos internacionales sobre los derechos humanos así nos lo exigen.

• Es necesario cambiar el concepto erróneo que la Sociedad mantiene acerca del enfermo mental y esto es imposible sin medidas encaminadas a la información y al conocimiento de esta patología y sus repercusiones sociales, difícilmente vamos a aceptar a las personas con enfermedad mental como compañeros de trabajo o como vecinos de nuestro bloque si seguimos en esta situación de desinformación y falsos conceptos.

MEDIDAS PARA ABORDAR LA EXCLUSIÓN SOCIAL
Dando por hecho de que habrá de acometerse de forma urgente la aplicación de la Ley general de sanidad del año 86, y el Plan de Salud Mental para Extremadura…………………, y reconociendo que aun mejorando la atención sanitaria y creando una adecuada red de recursos, esto no nos garantiza que la precariedad y la exclusión social del enfermo mental se erradiquen, precisamente por todo lo comentado hasta ahora, es decir por el componente altamente social que la problemática de este colectivo conlleva y el estigma que le acompaña, se hace urgente y necesario llevar a cabo las siguientes medidas:

1. Campañas de Sensibilización y Concienciación continuadas, con la implicación plena de la administración y el movimiento Asociativo de familiares y pacientes. Adoptar medidas que garanticen la necesidad de llegar a todas las capas y esferas sociales y en especial a los jóvenes en edad escolar, universitarios, formación profesional, etc., debería formar parte de su educación, para adoptar actitudes positivas y aumentar la aceptación de los más débiles como muestra de una Sociedad moderna que acepta la discapacidad por trastorno mental como una diferencia mas que como una deficiencia.

2. Medidas legislativas y políticas que garanticen la protección legal de las personas con Enfermedad Mental. En algunos países, las medidas legislativas y las sentencias de los tribunales han contribuido considerablemente a reducir la discriminación.

3. Prestación económica igual al salario mínimo interprofesional. Para aquellas personas que su patología, y el grado de discapacidad que conlleva, le impida acceder a un puesto de trabajo. La autosuficiencia económica es indispensable para garantizar la integración social, la falta de poder adquisitivo ha contribuido enormemente a la marginación y exclusión social de este colectivo.

4. Garantizar el derecho de acceso a la educación superior y a la formación profesional de igual calidad. Poniendo a disposición los recursos y el apoyo necesario para facilitar a estas personas la plena participación y desarrollo en dichas actividades.



5. Garantizar el derecho a vivir independientemente en la comunidad en lugar de tener que vivir en un establecimiento. Los días, de reclusión del enfermo mental han terminado(o deberían…), el Manicomio hace tiempo que demostró su ineficacia como recurso para tratar al enfermo de forma integral y garantizar su integración, de manera que seguir manteniéndolo en las condiciones actuales es ir contra la Ley General de Sanidad Tenemos la obligación de garantizar el derecho de estas personas a vivir en la comunidad utilizando, en caso necesario, servicios de ayuda, para garantizar una vida digna y de calidad.

Para conseguir todo esto, para mover la losa que recae sobre el enfermo mental, para conseguir que su vida sea más digna, más normalizada y más humana se necesitan dos grandes palancas:
Inversión pública
Sabiendo que invertir en salud mental no quiere decir solo invertir en sanidad, sino en otros aspectos que están seriamente implicados como la educación, el trabajo, la vivienda, el bienestar social, etc., y que son imprescindibles para el tratamiento integral de las enfermedades mentales, lo que quiere decir mas claramente que en Extremadura, y desde que las respectivas Consejerías asumieron sus competencias, todas ellas tienen responsabilidades en este asunto, y al día de hoy la mayoría no las están cumpliendo.
Acción social
Sin movimiento social cualquier causa esta perdida, ninguna palanca se moverá si nosotros no hacemos fuerza; Los políticos y cualquier política de financiación, no se mueven por inercia se mueven por presión, y para que el concepto que la sociedad tiene del enfermo mental cambie y el estigma desaparezca se necesita un movimiento pro-salud mental fuerte y en eso estamos la federación extremeña de familiares y enfermos mentales (FEAFES-EXTREMADURA), creando una federación fuerte capaz de combatir el estigma, la precariedad y la exclusión que sufren las personas con enfermedad mental.
Este movimiento pro-salud mental necesita contar con aliados, fundamentalmente con aquellos que sufren las consecuencias de la Discapacidad, colectivos hermanos que están en la misma línea, en la misma lucha, y que en su día decidimos aglutinarnos en el Comité Extremeño represente de las Personas con Discapacidad, CERMI, este Comité deberá velar por la defensa de los intereses de todos sus miembros, por igual, y saber que si por cuestiones históricas y sociales, ajena a su voluntad, el colectivo de personas con enfermedad mental es de los mas desfavorecidos de los mas excluidos, habrá que hacer un esfuerzo extraordinario para eliminar, también, esa barrera que no es arquitectónica, que no es física, pero que es tremendamente importante y mucho mas difícil de erradicar porque forma parte de nosotros mismos de la sociedad en general y de su forma de ver y aceptar al enfermo mental.
Es cierto que Extremadura ha crecido y progresado en los últimos años, y que todo el movimiento que se ha creado alrededor de la Discapacidad ha tenido momentos importantes y ganado algunas batallas, también las personas con enfermedad mental para las que se han
creado algunos recursos en la comunidad que faciliten su integración, y hemos celebrado nuestro año Europeo y cada año
en nuestra Región celebramos el “Día Mundial de la Salud Mental” y comprobamos como aumentan los Recursos y crece el movimiento asociativo pro-salud, sin embargo, todavía, y con demasiada frecuencia, nos llegan tristes noticias sobre hechos calamitosos relacionados con las personas con enfermedad mental y sus familias, que nos recuerdan tiempos ancestrales que nada deberían tener que ver con una Sociedad moderna y pluralista en los comienzos del siglo XXI.
Todos los extremeños tenemos competencias en este asunto y nuestro modo de actuar en el futuro dirá mucho acerca de nosotros sabiendo que:
“La manera de Afrontar la Enfermedad, la invalidez y el cuidado definen a las sociedades y a sus representantes Políticos.”
Y que:
“La Dignidad y el Coraje de una Sociedad se miden por el modo como acoge la Marginación y la Locura.”

ACERCA DEL ATAQUE DE PANICO,


El verdadero peligro


El autor, además de describir con detalle el llamado “ataque de pánico” –ese acceso de terror que el sujeto mismo no puede explicarse–, procura entenderlo en relación con la historia singular y con ciertos avatares en la grave función que un padre está llamado a sostener.

Por Victor Iunger *


Ultimamente, nos vemos llamados a intervenir frente a un fenómeno que desde la medicina y la psiquiatría se nombra genéricamente “ataque de pánico”. Esta denominación data de los años ’80. Antes, esto quedaba dentro del marco general de los fenómenos de ansiedad o trastornos de ansiedad o trastornos de angustia.

El elemento central es la irrupción en la vida de un sujeto de un episodio de intenso terror no desencadenado por ningún hecho externo. Es un terror puntual aparentemente sin causa, que desborda las posibilidades del sujeto y lo deja desvalido, desamparado. Ese terror es en principio inmotivado, tanto desde lo exterior, desde lo que uno o el sujeto mismo ve, como desde la perspectiva de la trama fantasmática que ordena la experiencia habitual del sujeto.

El pánico propiamente dicho va acompañado, por lo general, de un cuadro corporal que nos recuerda los correlatos somáticos de la neurosis de angustia, tal como los describía Freud; palpitaciones, agitación, disnea, opresión en el pecho, dolores abdominales, etcétera. Muy frecuentemente también invaden al sujeto, junto con su terror, sensaciones de despersonalización, que es una alteración de la percepción del yo y de extrañeza de sí mismo, con impresión de estar en un sueño, es una especie de sensación de velo, desrealización; hay una perturbación de la percepción del ambiente, que se siente extraño o distante. Muchas veces el sujeto está con la conciencia atenuada, como cuando uno está entredormido. Hay trastornos en la capacidad de pensar y en la memoria. El sujeto, a falta de alguna razón para explicarse lo que sucede –no se lo puede explicar, esto es característico–, potencia su terror con la convicción incoercible de estar padeciendo un ataque cardíaco, o puede tener una sensación de muerte inminente o de estar volviéndose loco. Esto dura un tiempo determinado, aproximadamente 15 a 30 minutos, y luego cede, dejando al sujeto agotado, perplejo, anonadado, lleno de ansiedad, fatiga, falta de concentración; esta secuela puede durar desde unas horas a varios días.

A veces el pánico es lo único que ocurre; lo único que hay es esa sensación de terror inmotivado y excesivo sin todas esas consecuencias secundarias, es decir, sin los trastornos corporales ni las alteraciones de la conciencia.

Por supuesto, el sujeto trata de reponerse del pánico, trata de incorporar este fenómeno a su trama vivencial cotidiana, pero no es fácil, eso queda como una especie de agujero en su experiencia. Cuando el ataque se repite, lo cual tiende a ocurrir hasta varias veces por semana, en cualquier lugar, a cualquier hora, inclusive durante el sueño, el sujeto introvierte su concentración sobre la experiencia vivencial del terror mismo y la sintomatología corporal y psíquica que lo acompaña.

La psiquiatría suele llamar, al ataque propiamente dicho, ataque de pánico o crisis de angustia, y al cuadro que se instala en la experiencia del sujeto cuando eso se reitera, que es más serio todavía, lo llama trastornos de pánico, desorden de pánico, desorden de angustia. Si alguna feliz circunstancia no interrumpe el circuito así instalado, cosa que no es muy probable, y si no media un tratamiento adecuado, el ataque de pánico se hace trastorno de pánico, y se instala de manera crónica en la vida del sujeto, tornándola crecientemente penosa y sombría. La inhibición progresiva invade todos los órdenes de la vida, del trabajo y del amor, y, cosa característica, semejante nivel de sufrimiento torna al sujeto particularmente sensible a cualquier estímulo de la vida, de modo tal que cualquier circunstancia inespecífica puede, casi caprichosamente, volver a desencadenar otro ataque o incrementar una sintomatología concomitante, que es bastante florida.

A su vez, el ataque de pánico tiende a autoengendrarse: a partir del primer ataque se produce un cuadro de ansiedad, cuyos correlatos somáticos son los mismos que los de la angustia: en primer lugar, hay un cuadro neurovegetativo típico, co-mo consecuencia de la secreción de adrenalina; es aquello con lo que el cuerpo responde normalmente a situaciones de peligro objetivables, mediante las reacciones de huida o de lucha: es el cuerpo preparado para la acción, para huir o luchar, pero, en este caso, ¿contra qué? Esto es muy importante, pues, al no haber algo ante lo cual pueda decir “esto es lo que me aterroriza”, el sujeto queda navegando en el vacío, no tiene el trazo de la letra fantasmática que le dé una posibilidad de lectura.

El paciente construye alguna modalidad de lectura a partir de la poca letra de la que dispone, que es la que le ofrece su cuerpo. Procura interpretar lo que ocurre a partir de sus síntomas corporales. Hay una sobrecarga de la atención, lo que Freud llamaba una catexis retirada de los objetos y dirigida sobre el propio cuerpo, por lo cual los estímulos que provienen del interior del cuerpo, como también del propio aparato psíquico, son registrados con particular intensidad: los síntomas corporales que lo hacen pensar en la cuestión cardíaca, la inminencia de la muerte, los fenómenos de despersonalización, los trastornos de la conciencia, todo eso concentra su atención: el paciente lee e interpreta que se está muriendo de un ataque cardíaco o que se está volviendo loco. En todo caso, no sabe qué le pasa, pero es desesperante.

Muchas veces, la persona insiste en consultar a médicos, con la idea de que padece una importante enfermedad orgánica, y los médicos, de acuerdo con lo que su discurso les dicta, investigan: eso lleva mucho tiempo, años, porque buscan de todo y, por supuesto, no encuentran nada. En este sentido resulta preferible que el uso del término “pánico” –aunque enredado en el discurso de la psiquiatría– le dé un nombre al fenómeno. El hecho es que no hay ninguna enfermedad orgánica y, ante esto y como la sola psiquiatría no alcanza para reducir el fenómeno, aparecen tesis alucinantes, ofrecidas por uno u otro contexto cultural, y uno ve a personas extremadamente racionalistas recurrir a la magia, a la brujería, en sus intentos por resolver el problema. Todo ello trae aparejadas nuevas fuentes que alimentan el terror: el temor a la magia, a los fenómenos sobrenaturales.

En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud describe el fenómeno de pánico (Panik, en alemán). Al referirse a dos instituciones clásicas, la Iglesia y el ejército, señala que el pánico se produce cuando la formación colectiva se disgrega, las órdenes de los jefes dejan de ser obedecidas, cada individuo cuida sólo de sí mismo y, rotos los lazos con los otros, surge un miedo inmenso e insensato, que no puede atribuirse a la magnitud del peligro. La característica del pánico “está precisamente en carecer de relación con el peligro que amenaza, y se desencadena a veces por causas insignificantes”. Freud comenta una parodia del drama Judith y Holofernes donde un guerrero grita “¡El jefe ha perdido la cabeza!” y todos emprenden la fuga: basta la pérdida del jefe, en cualquier sentido, para que surja el pánico. Es que se da una doble ruptura. Por un lado, se ha roto el lazo libidinal con el jefe o con el ideal que daba unidad a la masa; concomitantemente, se rompen los lazos libidinales entre los integrantes.

Podemos pensar que el pánico es la experiencia aterrorizante que resulta de la pérdida repentina de los parámetros simbólicos; de la pérdida sorpresiva de los parámetros que ordenan nuestra experiencia subjetiva. Esta pérdida deja al sujeto en una situación de indefensión, bajo amenaza de la desaparición de los soportes de su anclaje en el ser. Al cesar la crisis o el ataque, el sujeto intenta el reestablecimiento de esos parámetros, pero se encuentra anonadado y con una enorme, característica dificultad para restablecer la trama fantasmática. El peligro frente al cual se produce el ataque o crisis se halla desplazado en el hilo de esa trama.

El trabajo analítico muestra la íntima conexión del ataque con lo que parece ser el verdadero peligro o, mejor aún, la verdadera situación catastrófica y traumática: el colapso de la función del nombre-del-Padre. No se trata de lo que se ha llamado verwerfung o forclusión de su inscripción. Es más bien el caso de una función que se suspende pero que en algún momento, trabajosamente quizá, puede volver. Esta suspensión se refiere, no a toda, sino a una zona de la experiencia fantasmática, y eventualmente puede resolverse, en la medida en que se reestablezcan los parámetros simbólicos que ordenan la experiencia.

Ese colapso que se produce en forma repentina, abrupta, inesperada, resulta de la precipitación, en ese momento puntual, del resultado de la degradación progresiva de las figuras que sostienen el nombre-del-Padre en la realidad. Frecuentemente se trata del padre mismo; muchas veces, aunque sea con un retardo temporal, se trata de la muerte material del padre. Por ejemplo, la muerte del padre luego de una larga enfermedad deteriorante; era un padre degradado, amado pero al mismo tiempo desvalorizado. Cuando realmente murió, había sido suficientemente defenestrado y, al mismo tiempo, a pesar de esa defenestración por el sujeto, amado.

A veces fue el deterioro económico de ese padre, culminando en una quiebra que lo dejó sin su sostén económico, fálico. O bien, fracasos laborales y amorosos del propio sujeto, en cuya trama ocupa un lugar central la caída de esa función del nombre-del-Padre, esa función encarnada en una figura real que la soporte.

En todos los casos, los desencadenantes, actuales o no, existen, sólo que en espacios fantasmáticos ignorados o no que guardan proporción con la catástrofe psíquica que acontece. Pero esta catástrofe ha sido precedida, en los últimos años o quizás históricamente, por una degradación progresiva de la figura del padre, como consecuencia de la trama discursiva familiar o de la ambivalencia del sujeto o, por lo general, de ambas cosas.

Por otra parte, en la historia infantil, esa degradación de la figura del padre encuentra un anclaje sostenido en los recuerdos que el paciente evoca en su análisis, con todo su valor encubridor y de verdad.

Trono y altar

No hay por qué negar el carácter ficcional de la experiencia discursiva, pero se debe destacar la incidencia decisiva de la nominación, experiencia fundamental que ordena la consistencia imaginaria desde la instancia simbólica que circunscribe el vacío que hace a la existencia real. La puesta entre paréntesis de estos parámetros resulta en el colapso de los soportes en la realidad, el colapso de las funciones del nombre-del-Padre, que tiene lugar en quienes padecen los síntomas que la fenomenología describe con el nombre de pánico. Es así como se produce la desconexión entre el universo simbólico del sujeto y su experiencia imaginaria. El sujeto dispone del lenguaje, inclusive de su retórica, pero los nexos causales, los nombres que constituyen el registro de su experiencia vivida, no están a su disposición.

Es cierto, todos sabemos acerca del carácter engañoso de los afectos: cuando alguien llora, ¿por qué llora? ¿Llora porque sufre, llora de placer, llora de gusto? Muchas veces se desliza de un lado a otro, hay un aspecto engañoso de los afectos; la angustia, en cambio, como decía Lacan, es lo que no engaña. Lo que le da cualidad a un afecto es el nombre socialmente sostenido de ese afecto. Cuando decimos que amamos o que odiamos, no estamos diciendo meras tonterías imaginarias, estamos nominando en el lazo social una zona de nuestra experiencia, con todo lo engañoso que esto pueda ser. Ahora, cuando una persona sufre un ataque de pánico, el afecto queda desconectado del nombre, y entonces va a parar a la bolsa común de la angustia: el afecto pierde su nombre y, por lo tanto, su ubicación en el lazo social. Se pierde la coloración particular de cada afecto.

Pero en estos fenómenos se produce todavía una desconexión mayor, porque a su vez la angustia pierde su condición de estar en la trama de la causalidad psíquica: al romperse este segundo orden, que es la causalidad psíquica como experiencia –“A mí me pasa esto por tal cosa”, lo cual puede una explicación de lo más engañosa del mundo pero sin la cual no podemos vivir–, entonces el sujeto se queda sin soporte para su experiencia. Y es entonces cuando su “atención” (es decir, ese plus de carga pulsional que opera la función de la conciencia) va a parar directamente al cuerpo y, con la poca trama discursiva que le queda para interpretar, se produce la lectura, “me estoy muriendo de un ataque cardíaco”, “me estoy volviendo loco”, o, peor todavía, “no tengo explicación” y entonces es el terror absoluto.

Es decir, se da una doble desconexión. Una, de los afectos con respecto a sus nombres, por lo cual el afecto se vuelca en el fondo común de la angustia. La segunda desconexión se da entre la angustia y el psiquismo: el sujeto ni siquiera dispone del nombre “angustia” o algún equivalente para designar lo que le pasa, y entonces va a parar a las lecturas del cuerpo: los umbrales bajan, el sujeto se aterroriza, eso incrementa a su vez los fenómenos somáticos, y se instaura entonces una teoría de la experiencia alrededor de estos estímulos corporales. Este resulta ser el problema con el que hay que enfrentarse.

Mencioné el uso por Freud del término Panik en Psicología de las masas... Freud utiliza la misma palabra en su artículo “El fetichismo”, al referirse al temor del niño por la pérdida del pene: “El niño rehúsa a tomar conocimiento del hecho percibido por él, de que la mujer no tiene pene. ‘No, eso no puede ser cierto’, pues, si la mujer está castrada, su propia posesión de un pene corre peligro, y contra ello se rebela esa porción de narcisismo con que la previsora naturaleza ha dotado justamente a dicho órgano. En épocas posteriores de su vida el adulto quizás experimente una similar sensación de pánico cuando cunda el clamor de que el trono y altar están en peligro”.

“Trono y altar”: en la experiencia clínica, el pánico se presenta como temor traumático –que excede por su intensidad la capacidad de tramitación de la estructura simbólica del sujeto– e inmotivado: nada hay que lo justifique en la experiencia objetiva o en la trama fantasmática. El pánico ocurre cuando se produce esa catástrofe en el nivel del soporte fundamental que constituye el nombre-del-Padre, es decir, el soporte en la realidad de la figura del nombre-del-Padre. Cuando se produce esa catástrofe –cuando eso precipita– acontece un vaciamiento de los soportes simbólicos de la existencia.

* Extractado de una exposición realizada en la Escuela Freudiana de Buenos Aires (EFBA).

RESEÑA HISTORICA DEL HOSPITAL PSIQUIATRICO “DR. JOSE ORTEGA DURAN”

El Hospital Psiquiátrico “Dr. José Ortega Durán”, desde su fundación en el año 1.951, creado como una Colonia Psiquiátrica, con una estructura física de veinte (20) pabellones, y capacidad de 1.800 camas, contaba con todas las características propias para funcionar como tal. También se encuentra adscrito el instituto Psicopedagógico “Dr. Rodolfo Rodríguez”, desde el año 1963 año en que fue fundado como unidad integral, la cual prestaba servicio a nivel terciario en salud (internado de manera regional a menores con trastornos de aprendizaje y afectivos, iniciándose con una población de 35 menores, con 03 maestras especialistas, 01 psicólogo, 01 psiquiatra, 01 trabajador social y el servicio de enfermería, actualmente brinda atención asistencial especializada a niños (as), ofreciéndole un programa prestario de servicio de salud mental de alta calidad orientando a la prevención y atención integrar a los niños con dificultades de aprendizaje por difícil atención, del estado de animo retardo mental leve, comportamiento perturbando y trastornos mentales orgánico, a través del seguimiento clínico por psiquiatra y psicólogo de manera individual y familiar, Psicofarmologico en caso necesario, sistema educativo adaptado a las necesidades de los niños (as), impartidos por el personal docente especializado, seguimiento de la evolución en el tratamiento psicopedagógico con el enlace por el personal del Césame Norte (Centro Salud Mental – Insalud). También trabajamos con la parte preventiva y detección temprana de patologías orgánicas, a través de charlas a la comunidad de padres y representantes sobre tópicos concernientes la mejor desenvolvimiento de sus representados, en cuanto a una evaluación de tipo social, cuando sea necesario a cargo del trabajador social.

Continuando con el Hospital Psiquiátrico de Bárbula, se puede decir que para esos momentos era una de las mejores Colonias a nivel latinoamericano, en atención psiquiátrica. Sin embargo en el transcurso de los años, fue desmejorando la atención al enfermo mental recluido allí, motivo por el cual fue intervenido en el año 1.991 por el Ministerio de Sanidad y Asistencial Social, fecha en la que ya estaba funcionando como Hospital, con un número de trescientos (300) pacientes crónicos y un total de nueve (9) pabellones.

Es a partir de este momento que surge la necesidad de plantearse un nuevo modelo de atención psiquiátrica en el Estado Carabobo, para enfermos mentales en etapa aguda, y es hasta el año 1.994, cuando se da inicio a la reestructuración del Hospital para la aplicación de este nuevo modelo de atención.

Llevándose a cabo a través de acuerdos, como es trans institucionalizar el primer grupo de pacientes crónicos, después de haber revisado ciertas condiciones de los pacientes que reunían los requisitos para ser trasladados a otras Instituciones, como es el caso de aquellos pacientes que no contaban con familiares con posibilidades para asumir la responsabilidad de su paciente. Para esto se contó con la colaboración directa del M.S.A.S, asignándolos a las Colonias Psiquiátricas de Macaira y Buena Vista, y para el Instituto Nacional de Geriatría (INAGER), los pacientes adultos mayor (ancianos).

En 1.995, con la Regionalización de la Salud en el Estado Carabobo, se creó la Fundación INSALUD, y se establecen convenios ya Regionales con los Centros de larga estancia, entre estos con la Residencia San Marcos de León de Nirgua, y la Clínica Neuropsiquiátrico de Guacara. Continuando el traslado de los pacientes crónicos durante los años 1.995 y 1.996. Por lo que en Noviembre de 1.996, se convierte el Hospital con todas las normativas exigidas a Hospital Psiquiátrico para pacientes en la etapa aguda.

Es de hacer notar que a partir del año 2000, según convenio firmado entre la Universidad de Carabobo y el Instituto Carabobeño para la Salud (INSALUD), y ratificado en fecha 04/03/2002, por el M.S.D.S., casi todos los pabellones adscritos al Hospital Psiquiátrico Dr. José Ortega Duran, (a excepción de los pabellones 2,4,25,26,35,36 y 40) fueron dados en comodatos por un lapso de cincuenta (50) años a la Universidad de Carabobo, quedando reducido el mismo a siete (7) pabellones para atender la población de pacientes, Alumnos del Psicopedagógico y la ubicación del personal Administrativo; en vista de dicha situación, actualmente queda estructurado en un Servicio de Emergencia, con una capacidad para siete (7) camas, un pabellón o Servicio Nº 1 para hospitalización de pacientes masculinos, con la capacidad de veinte (20) camas un Pabellón o Servicio Nº 2 para hospitalización de pacientes femenino, con capacidad para veinte (20) camas, para un total de cuarenta y siete (47) pacientes hasta la actualidad.

Así mismo para los años, 1.995 – 1.996, en forma simultánea con la reestructuración del Hospital Psiquiátrico se crean los Centros de Atención de Salud Mental (CESAME), gracias a la descentralización de la Salud, la Dirección Regional de Salud Mental logra aplicar este modelo, siguiendo los lineamientos emanados en la Declaración de Caracas, aprobada por aclamación en Noviembre de 1.990, en la Conferencia Regional para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica dentro de los sistemas locales de Salud, convocada por la Organización Panamericana de la Salud (O.P.S) y la Organización Mundial de la Salud (O.M.S).

Según esta declaración la atención psiquiátrica como modelo convencional, y única modalidad asistencial, no permite alcanzar los objetivos compatibles con una atención preventiva, comunitaria descentralizada, participativa, integral y continúa. Para dar respuesta a estas exigencias, se crean los “CESAME”, ubicados en los diferentes Distritos Sanitarios, ubicación ésta que les confiere áreas específicas de influencias, existiendo hasta la fecha los Césame Michelena, que desde su creación en el año 1.975, era el único existente y el Centro Piloto que funcionaban como el Centro de Higiene Mental, Césame Norte, Césame Araguita, La Florida, La Isabelica, Guigue, Pto. Cabello y Césame Valencia Sur.

Así mismo para el funcionamiento de estos Césame, se aprovechó parte del Recurso Humano especializado, existente en el Hospital bajo previa selección y se reubicó en cada uno de estos centros, tomando en cuenta su lugar de residencia, demás de reubicar otra parte significativa de Recursos Humanos a otros establecimientos de Salud.

VISION

Se concibe como una Institución que restituye la salud mental del usuario adulto con patología Psiquiátrica aguda en forma oportuna, eficiente, brindándole herramientas psico – educativos, a través de equipos multidisciplinarios con técnicas actualizadas de terapias para resocializarlos, en el mismo tiempo y la sociedad, lo cual le permite estabilidad en el tiempo, mejor calidad de vida.

MISIÓN

El Hospital Psquiátrico “Dr. José Ortega Duran”, tiene como finalidad, planificar, implementar y prestar una atención especializada, de alta calidad, oportuna y orientada a pacientes adultos con patología aguda y a su entorno familiar, para lograr una pronta reinserción en su medio socio económico, cultural, comunitario y garantizar su salud metal, preparándolo para ejercer funciones de acuerdo a su capacidad para autofinanciarse, aumentando su auto estima, permitiéndolo fortalecer su independencia para ejercer sus derechos y deberes.



Medicina en el tiempo:

La historia de la psiquiatría en Venezuela

Entrevista realizada al Dr. Manuel Matute, psiquiatra egresado de la Universidad de Salamanca, España; profesor universitario de la Escuela “José María Vargas”, de la Universidad Central de Venezuela y ex –presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y Neurología (años 1978 – 1980 y 1992 – 1993)

Claudia de Oliveira

(...)

- Bárbula fue una buena experiencia, eso pasó en enero del 51… Tenía como mil pacientes
hospitalizados y tenía también sus pacientes ambulatorios. Aquello tenía un equipo de médicos, en los
años 50, notable. Ya en el 58 cuando se fundó el capítulo de psiquiatría en Valencia había un grupo de médicos – 12 médicos – todos con una gran formación. Bárbula de alguna manera ha podido pasar a la categoría a la historia de la psiquiatría nacional como uno de los mejores hospitales del centro del país para atender emergencias psiquiátricas.
El ingreso formal de Venezuela al escenario de la psiquiatría internacional se logró en el año 1961, cuando fue realizado el “Primer Congreso Latinoamericano de Psiquiatría”, que tuvo lugar en la ciudad de Caracas, bajo el auspicio de la Asociación de Psiquiatras de América Latina (APAL).
Los orígenes de esta entidad se remontan al año 1950, fecha en la cual se realizó el “Primer Congreso Mundial de Psiquiatría”, en París, Francia. Estando allí los doctores Raúl González Enríquez (México), José A. Bustamante (Cuba) y Carlos A. Seguín (Perú), nació la idea de crear una asociación, la cual integrara a todos los países de América Latina. Estos tres hombres presentaron al año siguiente en México - donde se llevó a cabo el “Congreso de la Federación Mundial de Salud Mental ” - un informe al respecto. Cuando dicho evento culminó en diciembre de 1951, se trasladaron a la ciudad mexicana de Jalapa para asistir a lo que sería el primer “Congreso Latinoamericano de Psiquiatría”, ocasión aprovechada para fundar formalmente la APAL.
El comité directivo de esta institución se organizó definitivamente en el año 1957, durante la realización del “Segundo Congreso Mundial de Psiquiatría” (Zurcí, Suiza), quedando integrado por los doctores Bustamante (Cuba), Seguín (Perú), Pacheco y Silva (Brasil), Guillermo Dávila (México), Gregorio Bermann (Argentina) y Jesús Mata de Gregorio (Venezuela). Finalmente, en el año 1960, este grupo de especialistas funda en Cuba y de manera oficial, la asociación. Fue ésta la ocasión cuando se determinó que Venezuela sería el país sede de su primer encuentro. Al Dr. Mata de Gregorio, le correspondió ser su primer presidente. Después de 1961, en el país se organizaron dos congresos más: uno en el año 1979 y otro en 1992.
Previo al evento que tuvo lugar en México en 1951, el Dr. Manuel Matute destacó otro antecedente de importancia: “hubo en Perú un congreso en el año de 1938. Ese congreso es el primer antecedente que se tiene de la Sociedad Psiquiátrica de América Latina. Lo convocó Honorio Delgado que se había formado en Europa; tenía una gran formación y un gran conocimiento de la psiquiatría, aparte de haber sido un gran escritor. El delegado de Venezuela en aquel momento fue el doctor Herrera Guerrero”, afirmó.
El viaje en el tiempo llega a su fin

El período siguiente a esta “época dorada” (década del 70 y 80) en la historia de la psiquiatría
venezolana, pudiera ser calificado como de continuación y mantenimiento de todas las iniciativas
emprendidas por la larga lista de personajes que desde 1874 han determinado buena parte del origen, desarrollo y evolución de dicho campo de la medicina en el país.
También fue ésta la etapa donde se dieron los primeros pasos para promover el surgimiento de la psiquiatría infantil como una nueva área dentro de esta especialidad, aunque cabe destacar que unos cuantos años antes, ya se habían intentado algunas acciones al respecto. En este sentido, el Dr. Manuel Matute destacó el interés del Dr. Rafael Vegas por crear una sección de psiquiatría infantil, durante su ejercicio como presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría en 1948. Vegas ya había participado estrechamente en la creación de una casa de observación de menores. Por su parte, el Dr. Ricardo Álvarez, mientras ocupó el cargo de Jefe de la División de Salud Mental en 1952, realizó declaraciones de prensa en las cuales se refería a la creación de un instituto de psiquiatría infantil. Luego, en 1980 un grupo de doctores, encabezados por Manuel Matute llevó a cabo un primer curso rotatorio por las ciudades de Valencia, Maracaibo y Ciudad Bolívar.
El viaje en el tiempo emprendido por Manuel Matute para hablar acerca de los enrevesados caminos tomados por la psiquiatría venezolana, desde sus primeros años de existencia en 1874 hasta hoy, llegó a su fin cuando la siguiente pregunta lo invitó a reflexionar sobre la realidad de la práctica psiquiátrica nacional en los momentos actuales:
-¿Qué opinión ofrecería usted acerca del panorama que actualmente ofrece la psiquiatría venezolana?
- La psiquiatría actualmente tiene el sufrimiento que tienen todas las instituciones del estado, relacionadas con la salud. No olviden que son instituciones que dependen de las universidades locales y del presupuesto del Ministerio de Salud. No es tan fácil conseguirse un director de un curso de postgrado que únicamente vaya a trabajar en eso. Profesores que están a tiempo completo en eso y no hay dinero para pagarles. Pero de todas formas, los cursos han seguido una programación que más o menos es eficiente. Nuestra psiquiatría es buena, pero con la tristeza de que tú vas al Hospital Psiquiátrico, que fue donde se hizo el primer curso de postgrado – hace cincuenta años – y ves que no hay derecho de que tengan aquel auditorio destartalado, aquella suciedad en el ambiente, aquella desidia, aquella incomodidad. El museo tiene las cosas tiradas… eso es una incuria, algo terrible.
Y es que para el Dr. Matute, el tema de la salud mental siempre ha sido considerado por el estado como una cuestión de segundo orden, como un elemento al cual se le puede otorgar una menor atención o importancia. Para este psiquiatra y profesor universitario, tal hecho es un craso error, pues a su parecer, buena parte del bienestar individual y colectivo del ser humano, depende de la calidad y condiciones de su psique. Por ende, las instituciones responsables en el tema deberían asumirla como prioridad y no como un elemento “extra” o de poca relevancia, tal como lo han hecho hasta ahora.

JAVIER TÉLLEZ,
UN TRIKSTER DE CUIDADO

Javier Tellez -Untitled- 1993.

Trikster es una palabra inglesa cuya traducción al español claro y silvestre sería trampista, tracalero, sablista. Javier Téllez, pintor valenciano residenciado en la actualidad en Nueva York, se considera un Trikster consumado. En inglés por eso del glamour.

En el mundillo del arte en la actualidad tracaleros, trampistas, pintamonas y matatigres hay patadas. Artistas segundones que han desechado la lectura y la cultura pictórica (e incluso las técnicas más elementales del quehacer artístico) por un afán desmedido de protagonismo fashion. Muchos han desechado la audacia imaginativa para ceñirse a los cánones que impone la moda y el mercado, han desechado la búsqueda y la crítica estética para convertirse en industriosos mercachifles. También hay muchos artistas interesados más en las relaciones públicas que en a construcción de un lenguaje plástico señero y rebelde. No hay riesgo todo es mercado calculado. En suma tracaleros sin tasa copan la escena del arte, pícaros redomados que todavía quieren hacernos creer que una poceta firmada (o un urinario) es una obra de arte.

Javier Tellez - Schrodinger's Cat.

Javier Téllez es un tracalero en otro sentido, es un trikster con una visión inteligente y a contracorriente del quehacer estético.

Nace un 22 de febrero en Valencia. Último de tres hijos de Teresa Pacheco Miranda, ya fallecida, y Pedro Téllez Carrasco, reconocidos psiquiatras y humanistas. El ambiente intelectual, y bastante peculiar, donde se desenvuelve su niñez le permitirá entrar en contacto con los libros y con ese mundo extraño y doloroso de la locura.

Conozco a Javier Téllez desde hace bastante tiempo. Recuerdo que nuestras discusiones se centraban siempre en los dadaístas, los surrealistas, Freud y el Bosco. Me impresionó siempre la biblioteca familiar: profusa, deliberada y caótica. Una exposición Dada, realizada en el Museo de Arte Contemporáneo, sería (según su propia confesión) el detonante que lo decidió por las artes visuales. Aunque si se hubiese inclinado por la literatura de seguro sería un escritor exquisito.

Su espíritu inquieto, crítico y rebelde, combinado con sus abundantes lecturas convirtieron con rapidez a Javier en un niño terrible. Recuerdo que caminabamos de exposición en exposición a burlarnos de los maestros del día. Junto con Yuri y su hermano Pedro firmamos algunos manifiestos, que por azares de la vida, no conservo. Pero recuerdo que eran textos iracundos, irónicos y feroces. En esos días Javier dijo una frase lapidaria que yo utilizaba como epígrafe de los panfletos: "Desde los petroglifos de Vigirima, en Valencia no se ha hecho nada importante en materia de artes plásticas" (aunque leo en el catálogo de la exposición "La extracción de la piedra de a locura" que la frase es: "Desde la venus de Tacarigua, en Valencia no ha pasado nada") Botaude, por otra parte, que le valió su expulsión en el año 1986 de la Escuela de Bellas Artes Arturo Michelena, en la que habría iniciado estudios en 1984.

Javier Tellez - El lunático.

De manera nítida recuerdo uno de sus primeros dibujos. Era un dibujo a lápiz con un título bastante peculiar: "Toman té y juegan polo sobre las cabezas cortadas del pueblo". En un paisaje como de troncos de árboles cortados un jugador de polo cabalga como si nada. Lo extraño del dibujo era que la cabeza del jugador sustituía al de caballo o viceversa. A la vera una mesa redonda con algunas tazas humeantes. Era un dibujo con trazos rudimentarios y torpes. No obstante ese dibujo sin academicismo, de una torpeza casi infantil, iba a ser una de las cualidades en los primeros trabajos pictóricos de Javier. Su dibujo es automático, instintivo. Téllez no realiza dibujos razonados, sino que los va descubriendo en un trazo continuo y feroz donde el azar y lo intuitivo se entrelazan hasta que el dibujo se aclara del todo. Los primeros cuadros de Javier eran a pastel y sus rasgos principales era un expresionismo agresivo, intenso colorido y la figuración entre la caricatura y el trazado ingenuo.

Dopplengänger peepshow.

En su exposición de 1988, "Pasteles y dibujos", Galería Bracho, se observó su preocupación por revalorizar la figura, por sacarla de su academicismo y de su postura inofensiva. En Téllez la figura posee connotaciones narrativas, lúdicas, místicas. Son figuras cargadas de ternura y ferocidad. Son figuras en movimiento que tratan de romper esquemas plásticos ya transitados o como él lo ha expresado: "Yo siempre he sido figurativo, aunque también estoy constantemente agrediendo la representación, buscándole otras salidas".

Los premios, las becas y los reconocimientos que ha obtenido sólo subrayan su constancia estética, su deseo de experimentación y su animosidad de trikster creativo y dispuesto en asumir siempre nuevos retos.

Javier Tellez - Trobar-clus.

En el año 1992 efectúa su exposición individual "Trobar-Clus" en la Sala RG y que puede considerarse como el preámbulo a una nueva etapa de instalaciones y perfomances. Téllez aclara en una entrevista, realizada por Carmen Hernández en la revista "Estilo", lo siguiente: "Personalmente, creo que a partir de mi instalación "Trobar-clus" en el Celarg , realicé un cambio fundamental en mi obra, que consistió no en el paso a lo bidimensional sino más bien en el traslado de las coordenadas verticales de mis pinturas a un espacio "otro" que es el de la horizontalidad. A partir de allí trabajo en un campo en el cual las definiciones tradicionales de pintura y escultura pierden sentido (...) En Trobar-clus escogí 40 camas de camping como superficie pictórica. (...) Los cuadros-cama desplazaban el eje elevado del muro al más cercano y terrenal del suelo. Por otra parte la escogencia de la baraja como motivo, disolvía el problema de la relación figura fondo, fundamental en la pintura occidental". Estas consideraciones de Javier nos lleva a deducir que es un artista preocupado por dotar a su trabajo estético de una reflexión intelectual, de un porqué ilustrado que le permita a la obra dejar ser sólo un objeto decorativo. La obra crítica razonada y no producto de las modas o el azar.

Rey.

Obras como "Erre encapuchado" y la instalación "Dopplengänger peepshow" profundizan el juego entre lo estético y lo ético, se convierten en obras que involucran a espectador o como lo escribe Carmen Hernández: " Su obra "Erre encapuchado", donde se representa como Carlos, El chacal y repite infinitamente un trabalenguas "erre con erre cigarro, erre con erre barril...", que en principio nos confunde, porque fonéticamente asociamos el gruñido con la posioble ferocidad del delicuente, pero resulta una reiteración humorística que presenta otra faceta diferente del peligroso personaje" En la obra Dopplengänger... Javier se convierte en un mirón, en un voyeur, en tipo algo extravagante que come cebollas crudas y se bucea unas pornos. A la par que los espectadores también se convierten en mirones. Téllez explica el proceso de dicha obra: "Uno de los factores desicivos para PeepShow fue el hecho de que mi estudio estaba ubicado en los alrededores del Times Squeare, vecindad donde se encuentran estos locales donde el público puede acceder a través de una ventana a espectáculos eróticos en vivo o a videos pornográficos. Mi instalación exploraba el tema de la doble identidad (la palabra Dopplegänger podría traducirse como El doble o El orla). La representación arquitectónica de esta dualidad en la cual dos cuartos de dimensiones similares eran interconectados por una ventana. Uno de ellos sirvió para mí habitad mientras que el otro era destinado al público. Los espectadores podían observarme sólo si introducían una moneda dentro de máquina traganíquel que abría la ventana automáticamente". Luego que el espectador se divertía con el artista comiendo cebollas y con os videos pornos era grabado y pasaba a formar parte del show. La exploración de lo público y lo privado es la otra lectura importante de esta obra.

Javier Tellez - Instalación.

Otro perfomance e instalación característicos de Téllez fue "El lunático" Esta vez la crítica apuntaba a nuestro sistema educativo el cual tanto estructuralmente como espiritualmente tiene como salones de clase verdaderos gallineros. Para el lunático Téllez arma un gallinero dentro de la galería. El espacio, reducido por lo demás, era compartido con una gallina viva. El mobiliario semejaba un salón de clases con su pupitre, su pizarra, sus mapas y su mal gusto. Javier Téllez sentado en un pupitre no paraba de escribir de manera demencial su tarea.

Una de las obras fundamentales de Javier es sin duda "La extracción de la piedra de la locura". Dicha instalación se llevó a cabo en el Ateneo de Valencia y en el Museo de Bellas Artes de Caracas. Javier no llevó nada espectacular. Lo único que hizo fue reproducir un pabellón completo de enfermos mentales en el espacio del museo. Traspapeló desde la metáfora la locura ofreciendo una visión terrible, pero al mismo tiempo de incuestionable poesía. Téllez en su texto, "De un hospital dentro del museo", explica así su concepción de la obra: "Tanto la museología como la clínica psiquiátrica se basan en taxonomías que establecen una dicotomía de o normal y lo patológico. La selección y marginalización constituyen el principal modus operandi, sea éste el empleado dentro del marco de la historia del arte o del estudio del comportamiento humano. El dogma terapéutico, que ambas ciencias comparten, hace que médicos y curadores de exposiciones se valgan del mismo verbo para definir el ejercicio de sus profesiones: curar el cuerpo; artístico o fisiológico".

La instalación inspirada en una famosa pintura del Bosco sobrepasa cualquier noción apacible que tengamos del arte o la locura. Para llevar a cabo esta obra Javier utilizó el mobiliario y muchos objetos del Hospital Psiquiátrico de Bárbula: Camas usadas, piedras de los jardines, archivos con sus historias clínicas, psicofármacos, una máquina de electrochosck, piñatas, fotos y un arsenal de adminículos conjugados para articular un discurso estético sobre la locura y sobre la creación estética como valor acumaslitivo.

Pabellón de Bárbula.

Quizá Javier Téllez no sea más que otro tracalero del arte actual. Pero un tracalero de cuidado. Un subversivo atrincherado en el arte. Quizás es un jugador que lo apuesta todo más al juego estético en sí que a la obra como patrimonio y cosa, que apuesta por una obra que plantee retos e interrogantes al espectador, que no tenga temor de ser inactual por no seguir las pautas del mercado del arte. Téllez no es un guía, un mentor ni nada que se le parezca; es apenas un jugador crítico no sin razón él ha dicho: "Siempre me ha molestado la arrogancia del artista contemporáneo como falso chaman de la tribu, del cual abundan ejemplos en nuestras tierras".

La obra de Javier Téllez en su conjunto posee muchas lecturas, pero una de sus cualidades indiscutibles es el diálogo inteligente que entabla con el espectador, además la crítica y el riesgo. Su obra es un reto cortante contra la banalidad y la ligereza del arte en la actualidad.

Carlos Justi

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